Kuyac y Quechcan
Basado en una leyenda moche, adaptado por Lili Celeste Flores Vega.
Un orgulloso alaeq (noble potentado subordinado al monarca máximo) tenía una hermosa hermana llamada Faig quién se enamoró de un guerrero plebeyo. Cómo estaba prohibido que una mujer noble se desposara con un hombre plebeyo, los dos amantes decidieron huir. El enfurecido alaeq ordenó a sus guerreros que buscaran a los fugitivos y que los capturaran.
El ofendido alaeq le exigió al ciequich (monarca máximo) que el guerrero que había raptado a su hermana fuera condenado a muerte, al día siguiente lo desollaron vivo y lo dejaron atado a un árbol a merced de las aves de rapiña. El alaeq llevó a su hermana al Templo de Shi (la diosa luna) para que expiara sus culpas sirviendo en los talleres de las hilanderas de la diosa. Faig lloraba todas las noches pero una hermosa noche de primavera su llanto se convirtió en canto pues descubrió que estaba encinta.
Pasaron las lunas y Faig dio a luz, al parir no lloró, cantó y por eso su hijo fue llamado Quechcan (significa “canto” o “canción” en muchik). El alaeq deseaba que su sobrino fuera sacrificado a los dioses como expiación por el pecado cometido por Faig pero ella le rogó al ciequich que le perdonara la vida a su inocente hijo y que la sacrificaran a ella, el ciequich se compadeció de la maternal abnegación de Faig y le permitió que se quedara en el Templo de Shi gozando de los privilegios de su nobleza, así fue como Quechcan fue consagrado a la diosa luna.
Quechcan creció y se convirtió en un mancebo muy hermoso: había heredado el cabello color miel de su madre y los ojos negros de su padre. Cuando Quechcan tenía once años enfermó de fiebre, gracias a las hierbas que le administraron los sacerdotes de Shi y a los cuidados de su madre se curó pero adelgazó considerablemente.
Cuando Quechcan cumplió los doce años la sacerdotisa de Shi le dijo a Faig que su hijo debería de ser presentado a los sacerdotes guerreros de Aiec Paec pero Faig no quería separarse de su hijo y se negó pretextando que Quechcan aún estaba convaleciente y no se encontraba en disposición para ser desposado, la sacerdotisa confirmó el frágil estado de salud de Quechcan y postergó su presentación.
Pasado un tiempo la sacerdotisa de Shi juzgó que Quechcan ya estaba bastante recuperado y le dijo a Faig que la próxima luna llena su hijo sería presentado, entonces la astuta madre le dio a beber una pócima a su hijo y al otro día cuando la sacerdotisa fue a ver a Quechcan lo encontró pálido y desmejorado, su presentación volvió a postergarse. Desde entonces se cuidaba de mezclar unas gotas de la pócima en las bebidas que tomaba su hijo manteniéndolo pálido y enfermizo... así fue como la presentación de Quechcan fue postergada una y otra vez, el rumor de que un hermoso muchacho no era presentado a los sacerdotes guerreros de Aiec Paec a causa de una extraña enfermedad corrió por todo el pueblo.
Kuyac era un noble sacerdote guerrero de Aiec Paec, gallardo y audaz. Había escuchado los rumores de la belleza y de la extraña enfermedad del muchacho y una noche, mordido por la curiosidad, decidió introducirse en el Templo de Shi. Kuyac escaló el muro del recinto sagrado, amparado en las sombras nocturnas consiguió llegar hasta el jardín sin ser descubierto y se ocultó detrás de un frondoso lúcumo esperando el momento oportuno para deslizarse a las habitaciones de los jóvenes “hijos de la luna”.
La pócima que Faig le administraba a su hijo le causaba a Quechcan un poco de inapetencia e insomnio, pero su hermosura no se había marchitado, se había sublimado... Quechcan era hermoso como un lirio de invernadero. Había cumplido quince años y aún se mantenía célibe, todas las noches tomaba el fresco y paseaba en el jardín tratando de vencer su insomnio y los calores que últimamente experimentaba... vestido sólo con un corto unku (especie de camisa), descalzo, con los cabellos destrenzados que le llegaban hasta la cintura y bajo la plateada luz de la luna, parecía uno de los mancebos de la corte celestial de la luna que había descendido a la tierra... Kuyac se enamoró perdidamente de Quechcan... aquella noche Kuyac no se atrevió a hablarle y se contentó con contemplarlo.
Pasaron varios días, Kuyac espiaba a Quechcan todas las noches... el sacerdote guerrero que no temía enfrentarse a los jaguares, temía hablarle al hermoso muchacho. Una noche de verano, Quechcan estaba sentado al borde de la alberca y se refrescaba los pies jugando distraídamente chapoteando con el agua mientras que pensaba en lo afortunados que eran sus compañeros que habían sido desposados y se lamentaba de su enfermedad cuando Kuyac, en su afán de buscar una mejor ubicación para contemplar a su amado, dio un traspié quebrando una rama del frondoso lúcumo detrás del cual se ocultaba. Quechcan se incorporó de un salto y vio a Kuyac pero no se asustó, le preguntó al intruso qué hacía en los recintos prohibidos del Templo de Shi y Kuyac le confesó sus sentimientos.
Quechcan había quedado deslumbrado por la bizarría y belleza viril de Kuyac, además deseaba ser amado... aceptó el cortejo del sacerdote guerrero. Desde aquella noche los amantes se las arreglaron para encontrarse todas las noches.
Faltaba poco tiempo para que Quechcan cumpliera los dieciséis años, la sacerdotisa de Shi le dijo a Faig que convaleciente o no Quechcan debería de ser presentado pues de lo contrario pasaría a servir como prostituto sagrado. Faig reflexionó, no había pensado en las necesidades de su hijo adolescente y se había comportado egoístamente, dejó de administrarle la pócima. En unos cuantos días Quechcan mejoró notablemente: sus mejillas se colorearon y ya no sentía aquella modorra que le obligaba a pasar las tardes recostado ni el insomnio que le atormentaba de noche, obvio que Quechcan atribuyó su mejoría a su amante.
La sacerdotisa de Shi l e dijo a Quechcan que como estaba totalmente curado sería presentado cuando cumpliera los dieciséis años... Quechcan se turbó, no quería ser presentado a los otros sacerdotes guerreros, él amaba a Kuyac y temía perderlo. En la noche Quechcan le confió a Kuyac su angustia... Kuyac se rió de los temores de su amado, le dijo que justamente lo que más deseaba era que se recuperara de su enfermedad y que fuera presentado para solicitarlo y desposarlo. Quechcan se rió de sus tontos temores... Kuyac le juró que él le ganaría a todos los sacerdotes guerreros, entonces Quechcan, confiado en la promesa de su amado, se entregó totalmente a él.
Cuando Quechcan cumplió los dieciséis años su madre lo preparó para que fuera presentado: lo bañó con agua perfumada con esencias, lo vistió con un finísimo unku (camisa larga) blanco como la nieve, trenzó su largo cabello con hilos de oro y adornó su cuello con un collar de plata y turquesas. Cuando fue presentado todos quedaron deslumbrados por su hermosura.
Al día siguiente se presentaron doce pretendientes, entre ellos por supuesto estaba Kuyac pero también estaba otro noble y valeroso sacerdote guerrero llamado Jianoog a quien la belleza de Quechcan había trastornado. La sacerdotisa de Shi ordenó que se dispusiera a los sacerdotes guerreros en seis parejas y que se iniciara el combate... Quechcan estaba muy angustiado pero Kuyac venció fácilmente a su adversario, Quechcan se tranquilizó pero volvió a inquietarse cuando vio el siguiente combate: Jianoog también era un excelente guerrero.
Aquella noche Quechcan no pudo encontrarse con Kuyac porque él debería de pasar la noche bajo la vigilancia de las sacerdotisas y su amado debería de hacerlo en el Templo de Aiec Paec. Al día siguiente la sacerdotisa de Shi ordenó que los seis sacerdotes guerreros fueran dispuestos en tres parejas para la segunda ronda de combates... Quechcan sentía que su corazón latía con tanta violencia que creyó que se le iba a salir del pecho pero Kuyac demostró su destreza y venció a su rival. Al final de la jornada habían quedado tres finalistas: Kuyac, Jianoog y un tercer guerrero llamado Illac.
La sacerdotisa de Shi le dijo a Quechcan que como el número de contendientes era impar el ganador sería quien cumpliera con la prueba que él designara y que tenía toda la noche para decidir que tarea le encomendaría a sus pretendientes. No fue necesario que Quechcan pensara toda la noche, él sabía que tarea iba a solicitarle a sus pretendientes. Al día siguiente Quechcan dijo que se desposaría con aquel que le trajera un jaguar muerto pero sin el uso de cuchillos, hachas o lanzas... Kuyac sonrió seguro de su triunfo pues él era un experto cazador.
Los tres sacerdotes guerreros se internaron en la jungla... Illac fue el primero en encontrarse con un jaguar, preparó su honda pero erró el tiro y el felino salvaje lo devoró. El segundo en encontrarse con otro jaguar fue Kuyac, con una agilidad sorprendente se arrojó sobre el lomo del animal y después de una encarnizada lucha consiguió asfixiarlo con el poder de sus brazos. Kuyac quedó exhausto pero estaba feliz, al fin podría desposar a Quechcan... pero el taimado Jianoog se había mantenido acechando a Kuyac y aprovechando que éste se encontraba cansado arremetió contra él y le destrozó el cráneo con un certero golpe de su maza, tomó al jaguar muerto y regresó al Templo de Shi.
Cuando la sacerdotisa de Shi le comunicó a Quechcan que el ganador se había presentado en el Templo y que lo reclamaba, él saltó de alegría y corrió seguro de encontrarse con Kuyac... grande fue su desconcierto cuando se encontró con Jianoog y su desconsuelo fue aún mayor cuando Jianoog le dijo que Kuyac había muerto. Quechcan no pudo contener el llanto... estaba perdido, tendría que desposarse con Jianoog.
La ceremonia fue fijada, según la costumbre, para la próxima noche de luna llena. Quechcan estaba con el semblante más demudado que cuando había estado enfermo, se hubiera quitado la vida si ésta no le perteneciera a la diosa... los otros sacerdotes de Shi no comprendían la aflicción de Quechcan pues a ojos de todos Jianoog era un guerrero valiente y viril.
Un par de noches antes de la ceremonia Quechcan se confió a Shiech, un sacerdote de Shi quien era su mejor amigo, y le contó la historia de sus amores con Kuyac. Shiech le aconsejó que huyera y ésa misma noche Quechcan huyó internándose en el bosque de algarrobos.
Al día siguiente apenas se descubrió la fuga de Quechcan, la sacerdotisa de Shi le comunicó lo sucedido a Jianoog quien, furioso al borde de la locura, tomó a sus perros y fue tras el rastro del fugitivo. Quechcan estaba cansado, había corrido toda la noche y buena parte del día, sin comer ni beber, hasta que sus piernas se lo permitieron pero se sentía a salvo... caía la noche y se había improvisado un lecho de hojarascas para descansar cuando el ladrido de los perros lo sobresaltó: lo habían seguido y si no huía lo atraparían muy pronto.
El ladrido de los perros se acercaba, Quechcan corrió desesperadamente... a ciegas se internó en la sombría espesura del bosque, resbaló y se levantó varias veces, las ramas y los abrojos desgarraron su carne... los ladridos se acercaban más y más... Quechcan corrió, dio un traspié, resbaló, rodó y cayó enredándose en un zarzal... se había torcido el tobillo y estaba bañado en sangre, intentó liberarse de las ramas del arbusto espinoso pero fue inútil... los ladridos de los perros estaban casi sobre él, vio la luz de una antorcha y distinguió la silueta de Jianoog... no tenía escapatoria, Jianoog lo llevaría al Templo de Shi y lo obligaría a desposarse con él.
Quechcan no tenía fuerza ni para arrastrarse, le pidió perdón a Shi por haber roto sus votos de castidad y por haberse entregado a Kuyac sin haber sido desposado por éste y se resignó a su destino... pero la diosa, quien es la protectora de los amantes y siempre se enternece ante el amor puro y verdadero, se compadeció de Quechcan a pesar de que éste había faltado a sus votos sagrados y lo convirtió en cervatillo. Convertido en cervatillo Quechcan intentó huir pero Jianoog lo amenazó con su lanza, entonces Shi envió a sus aves sagradas para que detuvieran a Jianoog y subió a Quechcan a su barca estelar. Shi llevó a Quechcan a su mansión celestial en donde recuperó su forma humana y en donde lo esperaba Kuyac.
Historia bajada de Isla Ternura.
http://www.islaternura.com
Un orgulloso alaeq (noble potentado subordinado al monarca máximo) tenía una hermosa hermana llamada Faig quién se enamoró de un guerrero plebeyo. Cómo estaba prohibido que una mujer noble se desposara con un hombre plebeyo, los dos amantes decidieron huir. El enfurecido alaeq ordenó a sus guerreros que buscaran a los fugitivos y que los capturaran.
El ofendido alaeq le exigió al ciequich (monarca máximo) que el guerrero que había raptado a su hermana fuera condenado a muerte, al día siguiente lo desollaron vivo y lo dejaron atado a un árbol a merced de las aves de rapiña. El alaeq llevó a su hermana al Templo de Shi (la diosa luna) para que expiara sus culpas sirviendo en los talleres de las hilanderas de la diosa. Faig lloraba todas las noches pero una hermosa noche de primavera su llanto se convirtió en canto pues descubrió que estaba encinta.
Pasaron las lunas y Faig dio a luz, al parir no lloró, cantó y por eso su hijo fue llamado Quechcan (significa “canto” o “canción” en muchik). El alaeq deseaba que su sobrino fuera sacrificado a los dioses como expiación por el pecado cometido por Faig pero ella le rogó al ciequich que le perdonara la vida a su inocente hijo y que la sacrificaran a ella, el ciequich se compadeció de la maternal abnegación de Faig y le permitió que se quedara en el Templo de Shi gozando de los privilegios de su nobleza, así fue como Quechcan fue consagrado a la diosa luna.
Quechcan creció y se convirtió en un mancebo muy hermoso: había heredado el cabello color miel de su madre y los ojos negros de su padre. Cuando Quechcan tenía once años enfermó de fiebre, gracias a las hierbas que le administraron los sacerdotes de Shi y a los cuidados de su madre se curó pero adelgazó considerablemente.
Cuando Quechcan cumplió los doce años la sacerdotisa de Shi le dijo a Faig que su hijo debería de ser presentado a los sacerdotes guerreros de Aiec Paec pero Faig no quería separarse de su hijo y se negó pretextando que Quechcan aún estaba convaleciente y no se encontraba en disposición para ser desposado, la sacerdotisa confirmó el frágil estado de salud de Quechcan y postergó su presentación.
Pasado un tiempo la sacerdotisa de Shi juzgó que Quechcan ya estaba bastante recuperado y le dijo a Faig que la próxima luna llena su hijo sería presentado, entonces la astuta madre le dio a beber una pócima a su hijo y al otro día cuando la sacerdotisa fue a ver a Quechcan lo encontró pálido y desmejorado, su presentación volvió a postergarse. Desde entonces se cuidaba de mezclar unas gotas de la pócima en las bebidas que tomaba su hijo manteniéndolo pálido y enfermizo... así fue como la presentación de Quechcan fue postergada una y otra vez, el rumor de que un hermoso muchacho no era presentado a los sacerdotes guerreros de Aiec Paec a causa de una extraña enfermedad corrió por todo el pueblo.
Kuyac era un noble sacerdote guerrero de Aiec Paec, gallardo y audaz. Había escuchado los rumores de la belleza y de la extraña enfermedad del muchacho y una noche, mordido por la curiosidad, decidió introducirse en el Templo de Shi. Kuyac escaló el muro del recinto sagrado, amparado en las sombras nocturnas consiguió llegar hasta el jardín sin ser descubierto y se ocultó detrás de un frondoso lúcumo esperando el momento oportuno para deslizarse a las habitaciones de los jóvenes “hijos de la luna”.
La pócima que Faig le administraba a su hijo le causaba a Quechcan un poco de inapetencia e insomnio, pero su hermosura no se había marchitado, se había sublimado... Quechcan era hermoso como un lirio de invernadero. Había cumplido quince años y aún se mantenía célibe, todas las noches tomaba el fresco y paseaba en el jardín tratando de vencer su insomnio y los calores que últimamente experimentaba... vestido sólo con un corto unku (especie de camisa), descalzo, con los cabellos destrenzados que le llegaban hasta la cintura y bajo la plateada luz de la luna, parecía uno de los mancebos de la corte celestial de la luna que había descendido a la tierra... Kuyac se enamoró perdidamente de Quechcan... aquella noche Kuyac no se atrevió a hablarle y se contentó con contemplarlo.
Pasaron varios días, Kuyac espiaba a Quechcan todas las noches... el sacerdote guerrero que no temía enfrentarse a los jaguares, temía hablarle al hermoso muchacho. Una noche de verano, Quechcan estaba sentado al borde de la alberca y se refrescaba los pies jugando distraídamente chapoteando con el agua mientras que pensaba en lo afortunados que eran sus compañeros que habían sido desposados y se lamentaba de su enfermedad cuando Kuyac, en su afán de buscar una mejor ubicación para contemplar a su amado, dio un traspié quebrando una rama del frondoso lúcumo detrás del cual se ocultaba. Quechcan se incorporó de un salto y vio a Kuyac pero no se asustó, le preguntó al intruso qué hacía en los recintos prohibidos del Templo de Shi y Kuyac le confesó sus sentimientos.
Quechcan había quedado deslumbrado por la bizarría y belleza viril de Kuyac, además deseaba ser amado... aceptó el cortejo del sacerdote guerrero. Desde aquella noche los amantes se las arreglaron para encontrarse todas las noches.
Faltaba poco tiempo para que Quechcan cumpliera los dieciséis años, la sacerdotisa de Shi le dijo a Faig que convaleciente o no Quechcan debería de ser presentado pues de lo contrario pasaría a servir como prostituto sagrado. Faig reflexionó, no había pensado en las necesidades de su hijo adolescente y se había comportado egoístamente, dejó de administrarle la pócima. En unos cuantos días Quechcan mejoró notablemente: sus mejillas se colorearon y ya no sentía aquella modorra que le obligaba a pasar las tardes recostado ni el insomnio que le atormentaba de noche, obvio que Quechcan atribuyó su mejoría a su amante.
La sacerdotisa de Shi l e dijo a Quechcan que como estaba totalmente curado sería presentado cuando cumpliera los dieciséis años... Quechcan se turbó, no quería ser presentado a los otros sacerdotes guerreros, él amaba a Kuyac y temía perderlo. En la noche Quechcan le confió a Kuyac su angustia... Kuyac se rió de los temores de su amado, le dijo que justamente lo que más deseaba era que se recuperara de su enfermedad y que fuera presentado para solicitarlo y desposarlo. Quechcan se rió de sus tontos temores... Kuyac le juró que él le ganaría a todos los sacerdotes guerreros, entonces Quechcan, confiado en la promesa de su amado, se entregó totalmente a él.
Cuando Quechcan cumplió los dieciséis años su madre lo preparó para que fuera presentado: lo bañó con agua perfumada con esencias, lo vistió con un finísimo unku (camisa larga) blanco como la nieve, trenzó su largo cabello con hilos de oro y adornó su cuello con un collar de plata y turquesas. Cuando fue presentado todos quedaron deslumbrados por su hermosura.
Al día siguiente se presentaron doce pretendientes, entre ellos por supuesto estaba Kuyac pero también estaba otro noble y valeroso sacerdote guerrero llamado Jianoog a quien la belleza de Quechcan había trastornado. La sacerdotisa de Shi ordenó que se dispusiera a los sacerdotes guerreros en seis parejas y que se iniciara el combate... Quechcan estaba muy angustiado pero Kuyac venció fácilmente a su adversario, Quechcan se tranquilizó pero volvió a inquietarse cuando vio el siguiente combate: Jianoog también era un excelente guerrero.
Aquella noche Quechcan no pudo encontrarse con Kuyac porque él debería de pasar la noche bajo la vigilancia de las sacerdotisas y su amado debería de hacerlo en el Templo de Aiec Paec. Al día siguiente la sacerdotisa de Shi ordenó que los seis sacerdotes guerreros fueran dispuestos en tres parejas para la segunda ronda de combates... Quechcan sentía que su corazón latía con tanta violencia que creyó que se le iba a salir del pecho pero Kuyac demostró su destreza y venció a su rival. Al final de la jornada habían quedado tres finalistas: Kuyac, Jianoog y un tercer guerrero llamado Illac.
La sacerdotisa de Shi le dijo a Quechcan que como el número de contendientes era impar el ganador sería quien cumpliera con la prueba que él designara y que tenía toda la noche para decidir que tarea le encomendaría a sus pretendientes. No fue necesario que Quechcan pensara toda la noche, él sabía que tarea iba a solicitarle a sus pretendientes. Al día siguiente Quechcan dijo que se desposaría con aquel que le trajera un jaguar muerto pero sin el uso de cuchillos, hachas o lanzas... Kuyac sonrió seguro de su triunfo pues él era un experto cazador.
Los tres sacerdotes guerreros se internaron en la jungla... Illac fue el primero en encontrarse con un jaguar, preparó su honda pero erró el tiro y el felino salvaje lo devoró. El segundo en encontrarse con otro jaguar fue Kuyac, con una agilidad sorprendente se arrojó sobre el lomo del animal y después de una encarnizada lucha consiguió asfixiarlo con el poder de sus brazos. Kuyac quedó exhausto pero estaba feliz, al fin podría desposar a Quechcan... pero el taimado Jianoog se había mantenido acechando a Kuyac y aprovechando que éste se encontraba cansado arremetió contra él y le destrozó el cráneo con un certero golpe de su maza, tomó al jaguar muerto y regresó al Templo de Shi.
Cuando la sacerdotisa de Shi le comunicó a Quechcan que el ganador se había presentado en el Templo y que lo reclamaba, él saltó de alegría y corrió seguro de encontrarse con Kuyac... grande fue su desconcierto cuando se encontró con Jianoog y su desconsuelo fue aún mayor cuando Jianoog le dijo que Kuyac había muerto. Quechcan no pudo contener el llanto... estaba perdido, tendría que desposarse con Jianoog.
La ceremonia fue fijada, según la costumbre, para la próxima noche de luna llena. Quechcan estaba con el semblante más demudado que cuando había estado enfermo, se hubiera quitado la vida si ésta no le perteneciera a la diosa... los otros sacerdotes de Shi no comprendían la aflicción de Quechcan pues a ojos de todos Jianoog era un guerrero valiente y viril.
Un par de noches antes de la ceremonia Quechcan se confió a Shiech, un sacerdote de Shi quien era su mejor amigo, y le contó la historia de sus amores con Kuyac. Shiech le aconsejó que huyera y ésa misma noche Quechcan huyó internándose en el bosque de algarrobos.
Al día siguiente apenas se descubrió la fuga de Quechcan, la sacerdotisa de Shi le comunicó lo sucedido a Jianoog quien, furioso al borde de la locura, tomó a sus perros y fue tras el rastro del fugitivo. Quechcan estaba cansado, había corrido toda la noche y buena parte del día, sin comer ni beber, hasta que sus piernas se lo permitieron pero se sentía a salvo... caía la noche y se había improvisado un lecho de hojarascas para descansar cuando el ladrido de los perros lo sobresaltó: lo habían seguido y si no huía lo atraparían muy pronto.
El ladrido de los perros se acercaba, Quechcan corrió desesperadamente... a ciegas se internó en la sombría espesura del bosque, resbaló y se levantó varias veces, las ramas y los abrojos desgarraron su carne... los ladridos se acercaban más y más... Quechcan corrió, dio un traspié, resbaló, rodó y cayó enredándose en un zarzal... se había torcido el tobillo y estaba bañado en sangre, intentó liberarse de las ramas del arbusto espinoso pero fue inútil... los ladridos de los perros estaban casi sobre él, vio la luz de una antorcha y distinguió la silueta de Jianoog... no tenía escapatoria, Jianoog lo llevaría al Templo de Shi y lo obligaría a desposarse con él.
Quechcan no tenía fuerza ni para arrastrarse, le pidió perdón a Shi por haber roto sus votos de castidad y por haberse entregado a Kuyac sin haber sido desposado por éste y se resignó a su destino... pero la diosa, quien es la protectora de los amantes y siempre se enternece ante el amor puro y verdadero, se compadeció de Quechcan a pesar de que éste había faltado a sus votos sagrados y lo convirtió en cervatillo. Convertido en cervatillo Quechcan intentó huir pero Jianoog lo amenazó con su lanza, entonces Shi envió a sus aves sagradas para que detuvieran a Jianoog y subió a Quechcan a su barca estelar. Shi llevó a Quechcan a su mansión celestial en donde recuperó su forma humana y en donde lo esperaba Kuyac.
Historia bajada de Isla Ternura.
http://www.islaternura.com